Sonia 05: La invocación de Bill Murray

Creo que, luego de una relación prolongada o particularmente intensa, quedan los fantasmas. Hay una frase que sostiene donde hubo fuego, cenizas quedan. No es casual. En brujería, la mayoría de los rituales de invocación de seres que están más allá de nuestra dimensión, incluyen a las cenizas entre sus elementos. Cenizas como testimonio del pasado, como imposibilidad de que ese pasado quede reducido a cero. Es, en la práctica, (creo), una cuestión de tiempo y espacio. Para sentirnos lejos de esa persona con quien vivimos esa relación prolongada o intensa, debe pasar tiempo. La pregunta es, siempre, cuánto. En Sex and the city, una de las cuatro oligofrénicas que protagonizaban la tira (mujeres del mundo, aclaro: a ningún hombre le gustaría salir con chicas semejantes  -en mi caso, la excepción sería la morocha: las otras tres descartadas, una por haber corrido más carreras que Fangio y Schumacher juntos, otra porque tenía demasiado cara de tortillera, la otra, la protagonista, porque me resultaba lisa y llanamente insufrible- por favor no las tomen como modelos, sería el inicio del fin de la humanidad), planteaba que el tiempo del duelo varía, y que varía de acuerdo a la longitud de la relación. La fórmula sería: duelo = 50% de lo que duró la relación. Es relativo, por supuesto, pero hagamos cálculos: duelo de un polvo de una noche = medio día, duelo de una relación de un año = seis meses. A esto agrego un dato de la psicología: el duelo máximo de seres queridos dura, por lo general, un año, debido a que en ese año subsiguiente a la pérdida uno encuentra fechas clave y se dice pensar que hace un año… Luego del año, ese dolor que nos impone el inconsciente comienza a menguar.

INTERRUPCIÓN 1: El tema del duelo es paradojal. Si bien en tiempos es parecido entre relaciones amorosas y seres queridos, la posición de uno -al menos, la mía- ante ellos es inversa. Cuando uno descubre, al final de un día, que ya no pensó nunca en esa persona con la que estuvo relacionado, suspira con alivio: la cosa está aflojando, hay futuro, piensa. Sin embargo, cuando uno descubre, al final de un día, que ya no pensó nunca en ese ser querido que se murió (en mi caso, por ejemplo, mi abuelo), siente más dolor: se está yendo definitivamente, piensa. En fin.

La cuestión es que, hasta que ese duelo finalmente ha pasado, cualquier cosa -y por cosa me refiero a una relación, sí, lo siento, soy políticamente incorrecto- que encaremos incluye el fantasma. Es decir, la comparación con el fantasma. Las comparaciones pueden ser de lo más variadas: ¿es más buena? ¿es más sexy? ¿coge mejor? ¿es más inteligente? ¿es más divertida? Y, fundamentalmente: ¿qué carajo estará haciendo aquella hija de puta en este momento? Esas preguntas, cuando el duelo termina, se transforman, pierden su carácter comparativo: ¿es buena? ¿es sexy? ¿me gusta cómo cogemos? ¿es inteligente? ¿es divertida? Y la otra pregunta directamente desaparece. El fantasma ya no está.

Mientras me escribo con Sonia 05 comprendo que el fantasma de Sonia 04 todavía tiene tanta fuerza como ese fantasma con la forma de Michelin del final de los Cazafantasmas. Mis deseos invocan a Bill Murray ataviado como en la película, con sus armas absurdas, para que lo cacen. Digo: por favor, Bill, antes de que viajes a Tokio para enamorarte de Scarlett Johanson, antes incluso de que quedes encerrado en un día y hagas la mejor comedia jamás filmada, antes de eso te ruego, te imploro que con tu cara de pocos gestos, muchos pozos y todos los sentimientos enfrentes a ese fantasma, que lo atrapes, que lo encierres en una caja y que lo hagas desaparecer para siempre. Atrápalo, atrápalo, como decía aquella voz trucha en los videos de José de Zer en el Nuevediario de los ochenta cuando quedaba engrampado en un pozo en la búsqueda de un enano fantasma. Digo, ¿a cuánto está el exorcista, hoy día? Tengo unos ahorros -mentira, no tengo un mango-, podría pagarlo. Podría, necesito. Verbos diferentes. Yo necesito que Sonia 04 se desmaterialice de una vez por todas.

Mientras me escribo con Sonia 05, mientras nos mandamos algunos mensajes de texto, mientras conversamos por teléfono, descubro con espanto el fantasma de Sonia 04 que me mira, desde un rincón de mi nuevo departamento palermitano. Me mira, me guiña un ojo. Dudo de si es ella, pero enseguida tuerce los labios. Sí, es ella. Se transformó en uno de esos dibujitos animados pequeños, que se posan en nuestros hombros y nos tiran ideas de mierda. ¿Estás seguro de que querés empezar de nuevo? ¿Te vas a arriesgar a sufrir de nuevo? ¿No te parece que vas a repetir los mismos errores una y otra vez a lo largo de toda tu vida?

Escribo y hablo, pero el eco está. Tengo que salir adelante, me digo. El fantasma dice, con esa voz similar a un graznido que tenía Sonia 04:

-Tozudo, Elemental. Cabeza dura. ¿No te das cuenta de que el amor no es para vos? Te sentís tranquilo sólo escribiendo. Los personajes no te lastiman, infeliz. ¿No te das cuenta de que el mundo real no es para vos?

Tapo el tubo del teléfono con una mano y le digo al fantasma. Bueno, en realidad le grito:

-Quiero ser feliz al menos por un rato, la concha de tu madre.

Destapo el tubo. Del otro lado, Sonia 05. Hasta donde sé, es buena mina. Podría funcionar. Mejor dicho: que funcione, por favor.

Entonces digo:

-¿Nos vemos?

Y ya está.

Ya entramos en la recta final. Esto termina mañana. Mañana mismo.